sábado, 31 de julio de 2010

Silvia Patón Cordero -Madrid - España

De la virtud


Dime, hombre, ¿qué hiciste de la virtud preclara y del honor? ¿Dónde dejaste tu alta estima si todo lo perdiste sin decoro?
Tus besos inciertos, indomables como tu persona, a poco supieron: pues no te entregaron a ti, sino a tu lujuria; porque abandonado al deseo, nunca fuiste mío.
¿Pero es que acaso probaron tus labios alguna vez el amor: ese que se elige sin concierto, libremente? Dudo mucho que así haya sido. Pues el amor te lo di con sospechas sobre quién eras. Mas esto no le importó a mi alma que, engañada, te escogió entre los hombres para ser su dueño y señor.

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