jueves, 17 de febrero de 2011

Patricia O. (Patokata), Montevideo, Uruguay

ENTRE MAGIA Y AMOR



Es la época Medieval...la habitación está a oscuras, apenas iluminada por unas velas que forman un círculo en el piso y la luna que entra por los grandes ventanales de la vieja casona.
Ella, arrodillada en el centro del círculo mágico que ha dibujado para su protección, y cerrado con las velas que alumbran el lugar, espera...por siglos ha esperado éste encuentro.
Sabe que él la está buscando, lo ha venido haciendo a través de todas sus vidas.
Jamás la eterna rivalidad que ha existido entre Magos y Hechiceros ha influido en la voracidad de la pasión que los consume.
Aún perteneciendo a familias que utilizan de modo distinto la magia, ellos se han venido amando de forma casi obscena desde el principio de los tiempos.
Tampoco en ésta época dejarán de hacerlo, a pesar de que lo desea con cada fibra de su ser aún así se protege dentro del círculo mágico, no quiere volver a dejarse subyugar por ésa pasión tan embotante.
En éstos pensamientos está cuando el viento comienza a soplar cada vez más fuerte al punto de abrir uno a uno los grandes ventanales, dejando entrar hojas por doquier y haciendo que algunas velas se apaguen y otras luchen por no dejar extinguir su luz.
Un extraño perfume se nota en el aire, la mujer lo presiente, ha quedado desprotegida al deshacerse el círculo...sabe que él está allí en la habitación observándola...y lo espera.
Un hombre joven se materializa ante ella, lentamente se va inclinando hasta quedar en cuclillas y la mira con deseo.
Sus ojos, negros y profundos, se pierden en el interior de los de la bella mujer y puede ver los momentos de placer que han vivido en distintas oportunidades de sus diversas existencias.
Igual de lento comienza a deslizarse hasta llegar a las piernas de su presa, piernas que el viento ha dejado al descubiertos y que él recuerda perfectamente.
Sus manos de hechicero, manos deseadas por ella, por fin...al fin se posan en sus tobillos y comienzan a acariciar sus piernas deslizándose ardientes por sus muslos hasta llegar a despojarla de sus prendas.
Ella se deja, cuanto tiempo esperando por esto...un latigazo de placer le recorre el cuerpo, su vientre arde de deseo y sus entrañas no pueden aguardar a sentirlo dentro pero...no es el momento.
Siempre ha sido así entre ellos, alargar el instante de la entrega fundiéndose en el placer de los instantes previos...
Ya sobre ella, busca su boca que lo recibe ansiosa, voluptuosa, lasciva...como siempre ha sido con él. Sus lenguas que se enredan, que se sorben hasta el último instante de vida juntos, hasta quién sabe cuando.
Ella que le arranca la ropa y él que arremete, como si fuera una lucha de enemigos cuerpo a cuerpo, a muerte, sin pausa ni tregua...y sus ojos que se buscan entre gemidos y jadeos de placer que ya no permiten retardar un minuto más el momento de la entrega.
Sus esencias vuelven a fundirse y a escribir nuevamente la desgracia de su amor y de su deseo en los cuerpos que se han vuelto etéreos y, en la danza de su mutuo amor, se han elevado del suelo.
Él, considerado un hechicero de poca monta por la familia de la aprendiz de maga, quien está destinada a ejercer la alta magia...pero nunca lo logra.
Su entrega a ésta pasión tan terrenal y física la aparta de toda posibilidad de aprender los grandes enigmas...y así...vida tras vida...
Cuando ella despierta él ya se ha ido, con su deseo y su pasión consumados y ése amor que le perfora el corazón y que lo acompañará hasta la próxima vez que se reencuentren...en otros cuerpos y en otro lugar, siempre con la misma esperanza pero también con las mismas barreras.
Ni siquiera la magia puede evitar el llanto que corre por sus mejillas, todo a causa de la maldición que otros han inventado con sus rivalidades.
El castigo de tener que vivir con el recuerdo del hombre que ama en la esencia que ha dejado en sus entrañas, en el deseo que le seguirá quemando la piel y en ése amor que sólo se le ahoga en el corazón esperando por una próxima vez...


LA ULTIMA VEZ


—¡Es la última vez!— dijo, con una mano en el pomo de la puerta y la otra sosteniendo la maleta.
Mientras lo mira a la cara, cierra con un fuerte portazo y se va...con el último ojo morado de su vida.

Graciela Boticaria Amalfi

Tierra.



La calle vacía. Vacía y muerta como todas las mañanas. Mañanas de un ahora sin título. Título de un día perdido. Perdido en una semana cualquiera.
La calle corriendo a un tiempo inocente y despreocupado.
Mañana de gente caminando en medio de un asfalto asfixiado.
Un piso latiendo en un mundo viejo y arrugado.
Los chicos y los hombres soñando una misma mentira. Mentira armada por unos cráneos vacíos de sensibilidad.
Lágrimas que huyen de una esperanza que nunca llega. Una esperanza de paz con tanques de guerra. Gente amontonada y chocando contra un muro caído y en ruinas.
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Un viejo desarma la calle, toma la mañana en sus manos y se va a dar una vuelta con un planisferio dibujado en el pizarrón del colegio de campo.

Dicen que así desapareció un planeta al que llamaban Tierra.

Fernando Gonzalez Carey

HISTORIAS REALES DE ROCA


Esta historia me la contó mi viejo ya hace unos cuantos años. Nada especial, pero bien refrescante, sabrosa. La sorpresa, la pregunta irónica y la devolución de gentilezas son los ingredientes de este relato.

El gorrito de Newell´s


Mocho, mi viejo, fue socio vitalicio del club Newell`s Old Boys en Rosario, llevó esa pasión con orgullo porque la sentía en el alma, y la depositó en las generaciones que le siguieron. Cuando enviudó, allá por el año 1989, se instaló en General Roca, Provincia de Río Negro. Aquí vivíamos sus 5 hijos con unos cuantos nietos. Y con él vino enganchada la lepra (1) rojinegra, que jamás pudimos desprender de nuestras vidas. Vaya esta pequeña historia como un recuerdo de su paso por esta ciudad.
Creo que fue en 1992, cuando finalizaba el campeonato de fútbol del torneo Clausura. Un día frío, bien patagónico, no recomendable para salir a caminar, pero Mocho, con sus ochenta a cuestas, muy temprano ya estaba deambulando por la 9 de Julio, donde estaban instalados puestos de venta callejera. Había de todo, pero sobresalían las banderas y gorros de Boca que jugaba ese día con un casi ignorado equipo del interior: Newell`s Old Boys, de Rosario.
Cuando mi viejo pasó por uno de esos puestos cubiertos hasta el hartazgo de azul y amarillo, preguntó ingenuamente si tenían un gorrito de su querida Lepra, que también había llegado a la última instancia del Clausura. El que atendía, un típico porteño, medio fanfarrón, le dijo como al descuido ¿de quién? Pero abuelo, aquí solo existe Boca, qué está diciendo, vamo Bocaaaa, vamo Bocaaa…..Boca campeón, dale campeón!..., y cosas por el estilo. Mocho se la tuvo que tragar y siguió con paso cansino, apoyado en su bastón.
No sé si conocen la historia, pero ese año Newell`s le ganó a Boca en un memorable partido. Mocho ya no está con nosotros, vaya a saber en qué estadio glorioso de su Lepra estará gozando a los jugadores de antaño, pero sabemos ciertamente cómo terminó esta historia. A la mañana siguiente, pasó por la 9 de Julio y se detuvo en el puesto del vendedor de banderas. El lugar era un cementerio. En un momento dado apareció el porteño y, sin reconocerlo, le preguntó qué está buscando, abuelo, y Mocho con una sonrisa inmensa como los metros del Coloso (2) le dijo como al pasar… Vengo a ver si tiene el gorrito del campeón…

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(1) La lepra y Los Canallas son los apelativos con que en Rosario se identifican los clubes de Newell´s y de Rosario Central.
(2) Se le llama así en Rosario al estadio del Club Atlético Newell´s Old Boys, que está ubicado en el Parque de la Independencia. En la actualidad, fue rebautizado con el nombre de Rafael Bielsa, en honor a quien llevó al equipo a obtener el máximo galardón del fútbol argentino.

Hector Cobas

CAMBIO Y VÉRTIGO: ¿DISOLUCIÓN DE LO ESENCIAL?

¿Qué y quienes son aquellos moradores de los abismos psíquicos de cada ser humano?
Surgen pensamientos de épocas remotas… ¿Por qué en nuestros tiempos los problemas, además
De difíciles, son tristes?
TU FU, DE LA DINASTÍA T” ANG


En los tiempos que corren es muy difícil concebir lo Absoluto como un punto de partida para las posteriores reflexiones. Lo que sucede es que estamos inmersos y tan emocionalmente ligados con las estructuras de un mundo cambiante, que es más común aceptar como una verdad que no se cuestiona, que todo fluye alocadamente y con un ritmo cercano al atolondramiento. El vértigo es la rapidez desenfrenada que responde más bien a los saltos que dan los electrones y los aceleramientos del tiempo en relojes que dividen el tiempo cada vez más en fracciones pequeñas de tiempo, contraponiéndolo al ritmo que imponía el tiempo de la mecánica newtoniana, donde todo se movía en un tiempo absoluto y se desplazaba en forma uniforme, en el cual, el pasado y el futuro resultaban idénticos. En cambio hoy en día donde el tiempo se fracciona infinitamente y se hablan de millonésimas de segundo, resultan tanto el pasado como el futuro disueltos en un presente efímero e inestable. Por ello podemos aventurar como hipótesis que esa inestabilidad por donde transita lo real no es más que la proyección de la actividad interna de nuestra psiquis. Y allí creo que está el meollo de todo. Y cuando hablamos de cambios tenemos que tener en cuenta y hacer referencia también a una manera del ser en donde lo real se ha convertido en virtual, en virtud del desarrollo tecnológico, y que muestra exclusivamente los aspectos aparenciales de las cosas y que es solamente aprehensible en la forma de la inmediatez, lo que verdaderamente se tiene en cuenta. Lo que está detrás de esa apariencia fenoménica y que sólo es aprehensible por otros conductos cognoscitivos, hoy está desvalorizado y carece de realidad, considerándose como las fantasías locas del intelecto que meramente se mueve en lo conceptual y vacío de contenido. Tal vez me alejé un poco de la cuestión, pero cada vez cuesta más explicar los cambios que se están produciendo sin tener como referentes algunos planos metafísicos un poco más claros; fundamentalmente y en principio a partir de la aparición de un mundo tan complejo como es el virtual y que ha ganado terreno como sustituto del mundo real que todos y sin muchos convencionalismos casi todos aceptábamos sin muchos cuestionamientos.
Hoy en día sabemos más de lo que acontece por un medio virtual como la TV. y por Internet que lo que realmente sucede en nuestro entorno más cercano. Surge una pregunta ¿Cómo introducimos en este contexto el tema de los valores? Para ello hay que tener en cuenta un referente esencial ubicado en el plano de las creencias. Hoy en día el pluralismo existente ha tornado bastante difuso el contexto de las creencias, sobre las cuales habitábamos hasta no hace mucho tiempo como seres educados formalmente en una cultura que creíamos estructurada en valores humanísticos y con bases cristianas. En el mundo globalizado tienen más consistencia los valores orientados a la obtención del éxito y absolutizar lo intranscendente, encontrando la explicación en las formas fugaces en que se asienta carentes de principios estables y duraderos. Y en ese clima se genera un estado de caos y confusión, en el cual nos movemos a diario con la consabida disolución de las formas de vida ética y religiosa que antaño provenían de la tradición. Dicha experiencia a veces resulta traumática y nos envuelve como una nube negra, las cuales se traducen en conductas contradictorias y a veces haciendo gala de falta de sentido. Nuestros estados mentales no escapan a las generales de la ley y son el campo propicio para que transiten muchas veces, sin éxito, las innumerables terapias psicológicas de moda. Cómo última reflexión dejo un pensamiento chino que traduce un estado de cosas que se experimenta cuando se abandonan ciertos principios con que se regulan las mentes y las conductas humanas:
DESDE SIEMPRE ESTUVO EL TAO,
CUANDO EL TAO DESAPARECE, APARECE DIOS
CUANDO DESAPARECE DIOS, APARECE LA MORAL
CUANDO DESAPARECE LA MORAL, APARECE LA LEY
CUANDO DESAPARECE LA LEY ES LA DISOLUCIÓN.

martes, 17 de agosto de 2010

Susan Urich, Venezuela

Desfragmentos y otros pedazos de un todo (1)



Amo los detalles, el entramado concienzudo que alberga el sentido de la vida, como un fantasma que a punto de revelar su rostro, se retracta, y te deja en la lengua ese veneno dulce, producto de saber que haz estado a punto de morderle el cuello a una verdad absoluta, esférica. El entramado concienzudo que alberga el sentido de la vida, como el aire que espera salir del útero de un tulipán que está a punto de abrir las piernas, o la ranura en el pecho que amenaza con dejar subir, al ritmo de una burbuja, el azufre de tanto encierro.

Amo los detalles y esa forma que tienen de amarse en silencio, mínima, secretamente, sin apego, sin mezquinar rebotes de luz, contrastes, sombras, espacios irregulares y trayectos huérfanos de orígen. Me diluyo sin temor en el aire entre sus costillas, hasta mimetizarme o convertirme en una mota de polvo que con una pasión furiosa se aferra a seguir flotando.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Samuel Bossini, Argentina

Recetario



I


Con una serpiente petrificada trazar un círculo. Permanecer bajo el árbol. En un Espacio construir un ala que logre llegar a un extremo del ángulo. De no poder, alzar una dicha borrosa. Tomar un atajo. Con los sentidos buscar abundancia o sobriedad. La Vida parte, se divide, regresa. El crédulo amanecer dejará su propio sabor en las almohadas tibias.
Entonces que la tierra gire buscándonos.




II


Medir con la palma de la mano la amplitud del círculo. La intensidad del sol debe ser tal que la piel sentirá el peso del roce. Buscar y dejar las cosas donde estaban. Ver la llama de un fósforo agotarse como si de la frente de un canario envejecido se tratara. Recostarse. Rezar. Dormir. Soñar la parte nuestra que anida entre las costillas y el paladar. Dar el último vistazo. Una Oración no basta. Un sortilegio sí. El Silencio restablecerá el peso muerto y para ello se convertirá en Palabra. El hombre dirá en voz alta y ante nadie el secreto. Las hojas caerán sobre el tiempo que ni se equivoca ni niega.
Dicen que los Dioses ríen cuando las criaturas piden o hablan demasiado.

HÉCTOR COBAS, Miramar, Argentina

LA ENVIDIA




La envidia es acaso el peor de los pecados, el goloso come, el lujurioso verifica el acto venéreo, el avaro toma su dinero, en cambio el envidioso se reseca en...Bueno, su envidia. Era una frase de Alejandro Dolina y circunstancialmente venía en mi ayuda para comenzar a pensar algún rollo sobre el tema con qué había sido favorecido en un sorteo en el que distribuían entre los presentes los llamados pecados capitales. Me tocó en suerte la envidia y sin presentar resistencia, me aboqué a la tarea nada fácil de elaborar sin muchas pretensiones algo coherente o pretendidamente coherente sobre esa cuestión. Me detuve un poco a pensar esa primera frase “la envidia es acaso el peor de los pecados” y efectivamente así debía ser pues es un sentimiento que rebaja al envidioso y lo disminuye como persona ubicándolo en el círculo de lo insignificante y banal, mostrándolo como un ser incapaz para resolver aspectos de su vida, tratando de depreciar los éxitos del otro deseando en su fuero íntimo el fracaso y la ruina de esos logros. Bien cabría examinar el aforismo de la sabiduría popular que exalta como una verdad, “si la envidia fuera tiña cuantos tiñosos habría”. Pero considerando todo esto dejaba de lado el otro término que acompañaba y que era el concepto de pecado. Buscando antecedentes tendremos que decir que pecado es un término que está incluido dentro del lenguaje teológico religioso. Pecado es por definición una acción humana que ofende a Dios. Fuera de ese ámbito la palabra “pecado” pierde peso y en esta época, bastante secularizada y donde se acentúa la ausencia de Dios, podría llegar a ser una ofensa grave al Creador , tal vez en algún creyente que juzgara que ha envidiado a otro congénere y que lo ha aborrecido y temiera que semejante desatino mereciera el consabido castigo que la divinidad podría infligirle. Pero la envidia despojada de su condena trascendente queda descifrada como un sentimiento defectuoso propio de los seres humanos, que llevan en su naturaleza todas los absurdos emocionales que podemos imaginar y que exteriorizados colaboran como creadores de un desorden muy difícil de regular y en el caso de la envidia, creo que no hay ninguna ley que sancione al envidioso, fuera sólo de una presunta condena social, que difícilmente llegue a consumarse porque el sistema mismo es incitador de multiplicar los deseos indefinidamente y de propiciar la envidia como eje de su prolongación en el tiempo. Pero en el plano consciente se sigue estimando que la envidia es algo diferente de las otras pasiones y como dijo un pensador “aunque (estas) sean las más criminales; la envidia es una pasión cobarde y vergonzosa, que nadie se atreve nunca a admitir”. Y como corolario de lo dicho podemos concluir que la envidia impregna como un estigma en el ser humano, que puede disimularse, pero que es un arma mortal en el ánimo de los mediocres que apuntan generalmente a mirar con malos ojos a los mejores y como decía Gracian “el envidioso puede morir, pero la envidia nunca” a pesar de los esfuerzos fallidos de las sabidurías que se han esforzado para erradicarla del alma de los humanos.