Siempre hubo y habrá en mi pueblo gente que ame a “las tablas”.
Me refiero al Teatro.
Pero al Teatro “amateur”, como se dice por ahí.
Entre esos amantes me conté, me cuento y me contaré, como uno de los más apasionados.
Estoy convencido – entre otras cosas – que, luego de subir a escena por primera vez, una persona no puede olvidar nunca esa experiencia. Me atrevo a afirmar que – aunque nunca más lo haga – soñará por siempre estar sobre un escenario, aunque sea una vez más.
¿Qué es lo que provoca este sentimiento?
Hay muchas razones que doctos, estudiosos y entendidos pondrán sobre el tapete de las posibilidades.
Yo quiero sumar un motivo que posiblemente ellos no tendrían en cuenta, dado su búsqueda – lógica - de causas más complejas.
Este motivo es simple, intrascendente quizás y sin jerarquía suficiente para integrar un estudio serio.
Pero, en fin, vayamos “al grano”.
Hacer Teatro, poner en escena una obra, armar el decorado, buscar o confeccionar la ropa, los muebles, los telones, maquillar, peinar o despeinar, pintar o pegar barbas y bigotes, panzas, jorobas y cuánta cosa se necesite es trabajo de muchos, aunque a veces es realizado por unos pocos.
Eso sucede, claro, en el Teatro “amateur”.
Sigamos llamándolo de esa manera.
En el Teatro Young de mi ciudad natal – Fray Bentos – se hace Teatro “amateur” a un nivel muy alto de calidad. Allí está, corroborando mis palabras, el “Centro Cultural Armonía”, con la presencia del Maestro Sosa. El “Turi” Sosa, que se nos fue para allá lejos y al que seguimos teniendo tan cerca.
El Maestro Sosa, que amontonaba gente alrededor del Teatro. Teatro y Sosa, en Fray Bentos, son sinónimos; al menos para montón de gente, incluyéndome.
Sin el “Turi” Sosa el Centro Cultural Armonía dejó de hacer Teatro, pero surgieron y surgirán siempre otros grupos que, a nivel nacional, siguen prestigiando a la sociedad fraybentina.
Ahí tiene; sigo saliéndome del tema.
Y me salgo por que el Teatro es así. Se amontonan las cosas en el corazón y en la mente y se nos van escapando para afuera, casi sin control. Esas cosas que son recuerdos de lo querido, lo esperado, lo vivido.
Y otra vez intento regresar al tema.
Usted sígame.
Decía que en el Teatro – en la puesta en escena – debe trabajarse en armonía y multiplicándose muchas veces por dos y por tres, para cumplir a tiempo con lo programado.
A veces, los que son no alcanzan.
Entonces se “echa mano” a amigos, allegados, parientes, etc.
Y trabajan a la par, hasta sentir – ellos y nosotros – que son parte del grupo. Y es tan grande su entusiasmo y dedicación que terminan siendo verdaderamente parte del asunto.
Y “tiran para adelante” con todo; a veces más que nosotros.
Ese fue el caso de un carpintero-albañil-electricista-sanitario-sereno-“crítico” y, sobre todo eso, amigo; amigo del todo y de todos.
Le había gustado tanto el ambiente de las jornadas de locura que se viven previas a un estreno que sufría junto a nosotros todas las peripecias que se debían sortear.
Así, fue empapándose de cómo se movían los engranajes del hecho teatral.
Vio, oyó, conversó, preguntó, calculó y hasta creó, desde su experiencia y sensibilidad.
Un día, llegó desde la capital un grupo de Teatro profesional a representar la obra “Quiroga”, basada en la vida y la obra del escritor uruguayo Horacio Quiroga.
Llegaron, varias horas antes, el Director y los técnicos; iluminador y escenógrafo.
En el Teatro Young sólo estaba nuestro amigo, quien tenía orden de facilitarles el acceso a todo lo relacionado con su trabajo.
El resto del personal llegaría una hora antes de la función.
Comenzó así un despliegue de actividades que absorbió por completo a los visitantes. Así se estudiaron y programaron las luces, la escenografía, el movimiento escénico apropiado para ese escenario, y tantas cosas más.
Nuestro amigo, el personaje multi-funcional allí, con los ojos grandes viendo todo, quieto en un rincón, sentado en un taburete petisón, pierna cruzada, bamboleo suave del pie y fumando tabaco negro “armado”.
Mientras el escenógrafo se dedicaba a sus tareas, los otros dos trajeron una escalera desde el depósito del fondo del escenario y organizaron los focos necesarios.
El Director bajó a la platea y el iluminador subió a la larga escalera, desapareciendo casi entre los “tachos”.
La primera orden llegó.
- Acá está “Quiroga” en la escena del revólver..., poneme un foco ahí... - y su
dedo señaló el sitio preciso.
Ahí justito lo dirigió el otro, manipulando el reflector desde la escalera.
- En la cuarta escena “Quiroga” está en ese rincón. A ver, tirame una luz para ahí, cruzada desde allá.
Allá fue la luz.
Todo iba bien, pero los que andamos en esto del teatro sabemos que faltaba algo.
Cuando se dirige la luz sobre la escena, siempre se coloca una persona en el sitio
a iluminar para asegurar que el golpe de luz esté correctamente ubicado y, por ejemplo, no deje sin luz a la cabeza del personaje.
Pero entonces, como de la nada, apareció la figura pequeña de nuestro hombre.
Cuando el Director decía: “En este momento “Quiroga” debe estar sobre la tarima” y el técnico dirigía la luz hacia el lugar indicado, aparecía nuestro amigo en el círculo de luz - con su cigarro armado a un costado de la boca - y se quedaba quietito, con las manos a la espalda, hasta que el foco se apagaba. Luego aparecía en el siguiente círculo y así durante todo el tiempo que duró la labor de ubicar los focos.
Nadie hizo ningún comentario.
Así hicieron todo el trabajo.
Director, técnico y nuestro hombre.
Cuando todo quedó pronto, el técnico bajó de la escalera e intercambió comentarios sobre lo realizado con el Director.
Luego observaron al “ayudante” inesperado que estaba nuevamente en el rincón, sentadito en su taburete, con la pierna cruzada, balanceando el pie y con el “pucho” en un lado de la boca.
- Gracias, don.
- A las órdenes – contestó, casi con una reverencia.
- Pero dígame... – preguntó el Director - ¿cómo se dio cuenta de lo que estábamos haciendo? ¿Cómo hizo para seguirnos al pie de la letra?
- Facilísimo. Usted decía: “Quiroga se para acá y... ‘tá... y se para allá y... ‘tá ”.
- Ah..., ¿entonces usted conoce “Quiroga”?
- ¿Cómo si yo conozco a Quiroga?... ¡Yo me llamo Quiroga!
FIN
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